
Zamora vivió un importante desarrollo urbanístico y arquitectónico desde mediados del siglo XIX, cuyo punto culminante fue la etapa modernista. La mejora de las comunicaciones con la llegada del ferrocarril, el interés por la expansión extramuros tras autorizarse la destrucción de la muralla y la aparición de industrias, especialmente transformadoras, fueron los detonantes de la segunda edad de oro de la arquitectura. Un esplendor al que colaboraron una burguesía que impuso sus formas de vida, unas autoridades locales conscientes de la importancia de mejorar la ciudad y unos arquitectos de alta calidad y maestría.